Una de las cuestiones que más llama la atención de los ciudadanos normales es de dónde va a salir o de dónde están saliendo los cientos y cientos de miles de millones de dólares que los bancos centrales y el tesoro norteamericano están poniendo a disposición de los bancos.
La pregunta es pertinente porque realmente sorprende la magnitud del apoyo que se destina a los ya de por sí más ricos del mundo.
Y sorprende, sobre todo, si se compara con otras necesidades para las que nunca hay dinero.
Según las Naciones Unidas cada día que pasa mueren alrededor de 5.000 niños de sed. Para dar agua potable a todo el planeta se necesitarían 32.000 millones de dólares (y frenar la avaricia criminal de algunas de las grandes multinacionales, claro está).
En el mundo hay 925 millones de personas que pasan hambre y quizá otros tantas severamente desnutridas.
Para acabar con ese drama la FAO afirma que serían necesarios 30.000 millones de dólares.
Es decir, que para que nadie en el mundo muriera de hambre o de sed, solo sería necesario más o menos el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados solo el pasado día 29 de septiembre.
Es normal que los ciudadanos se hagan preguntas sobre este asqueroso e inmoral contraste.
Que se pregunten cómo es posible que el hambre y la sed de 1000 millones de personas no se considere una crisis suficientemente seria como para que los bancos centrales aporten la financiación que pudiera resolverla. Y, como he dicho al principio, que se pregunten de dónde sale tantísimo dinero a disposición de los ricos.
La respuesta a esta última cuestión es clara y para ejemplarizarla me referiré al caso particular de Estados Unidos.
El dinero con que Bush pretende hacer frente a la crisis financiera tendrá que salir de tres grandes fuentes. Conociéndolas, podremos aventurar también lo que va a ocurrir en el mundo en los próximos tiempos. Veamos.
En primer lugar, los recursos saldrán de un mayor endeudamiento exterior de la economía estadounidense.
Para ello tendrá que lograr colocar en el exterior bonos y otros títulos de deuda, lo que entre otras cosas va a ir cambiando irremediablemente el mapa político y la distribución de poder en el mundo. China, India y otros países irán haciéndose más fuertes, mientras que la economía de Estados Unidos se va a ir debilitando y haciéndose más dependiente.
En segundo lugar, los recursos procederán de la impresión de más dólares. Esto es algo que ya viene sucediendo de forma premeditada aunque no se suele hablar mucho de ello. En diciembre de 2005, la Reserva Federal acordó que a partir de marzo de 2006 ya no se iba a publicar la cifra que los economistas llamamos M3 (la cantidad de dólares que circulan en forma de billetes, monedas y depósitos a la vista).
No hace falta ser un lince para percatarse de lo que había detrás de esa decisión: un crecimiento vertiginoso de la cantidad de dólares en circulación.
Estimaciones no oficiales señalan que M3 pasó de representar algo más del 7% del PIB de Estados Unidos en junio de 2006 al 18% en febrero de 2008 (desde entonces comenzó a desplomarse vertiginosamente hasta el nivel más bajo alcanzado desde 1959, pero como consecuencia de la retirada de liquidez bancaria que produjo la crisis).
Para que esta fuente de obtención de recursos sea viable, Estados Unidos tendrá que recurrir a su poder imperial para colocar en el mundo una moneda cada vez más depreciada y menos valiosa. La consecuencia más que previsible no es muy agradable: incrementará su presencia militar y tratará de provocar focos de inestabilidad que justifiquen su presencia para asentar así su poder como primera potencia mundial.
Finalmente, los recursos provendrán también de los propios ciudadanos, directamente en forma de impuestos o indirectamente como renuncia a gastos públicos que representan ingresos indirectos (como la sanidad o la educación) o diferidos (como las pensiones).
Me atrevo así a predecir que dentro de poco comenzaremos a oir el discurso contrario al que hasta ahora hemos venido escuchando. Ahora nos volverán a decir que los impuestos son buenos, que hay que contribuir entre todos a lograr estabilidad económica y que todos hemos de arrimar el hombro. Ya han empezado de hecho con la desvergonzada cantinela de que para salir de esta crisis hay que moderar los salarios.
De esas fuentes saldrá el dinero para que los ricos que han provocado la crisis con su codicia criminal salgan de ella sin despeinarse ni un pelo.
Salvo que los ciudadanos nos opongamos y reclamemos soluciones más justas, que no impliquen semejantes privilegios, que hagan responder de su culpa a los responsables y que devuelvan a los ciudadanos los recursos que son suyos.
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