California está en llamas. Miles y miles de hectáreas de todo tipo, bosques, montes, cultivos y zonas urbanas, llevan ardiendo sin control varias semanas. El cinematográfico gobernador, SHUACHE, ha pedido incluso ayuda internacional. No estamos hablando de Etiopía o Zimbabwe, de Haití o Afghanistán, sino de uno de los 5 primeros territorios más ricos del Planeta, con un Producto Interior Bruto (PIB) superior al de la inmensa mayoría de los países del mundo, incluida España.
¿Dónde están los recursos humanos y materiales necesarios para apagar esos incendios? ¿Dónde están los recursos humanos y materiales para la prevención de esa catástrofe? ¿En qué se gasta su inmenso presupuesto California en particular y USA en general?
La respuesta ya la vimos cuando se produjo la catástrofe del huracán Katrina en Nueva Orleans. Toda esa inmensa riqueza se destina preferentemente al gasto militar, a bombas y aviones de combate, a tanques y helicópteros con los que atacar otros países, a pagar soldados que son entrenados para combatir y matar.
Evidentemente, si el dinero se dedica a esos gastos, “tan necesarios” (sobre todo para las multinacionales del sector), luego no hay para aviones o helicópteros que arrojen agua sobre los incendios, para aviones y helicópteros que transporten la necesaria ayuda a los damnificados, para pagar sueldos a más trabajadores especializados en la prevención, la contención y la extinción de los incendios. Para costear los necesarios programas y medios técnicos que pueden evitar este tipo de catástrofes.
Hay quienes, con un ¿razonamiento? algo extraño, argumentan que los militares y sus medios son de gran utilidad cuando ocurren catástrofes. A esas personas sólo las podemos considerar miserables mentecatos. Por suerte son pocas. La mayoría empleamos bastante mejor nuestras facultades mentales. Por eso sabemos que cuando hay incendios hacen falta bomberos; cuando hay enfermos hacen falta médicos y medicinas; cuando se trata de socorrer a gente involucrada en catástrofes hacen falta personas de protección civil o de la Cruz Roja; cuando se trata de luchar contra el fanatismo y sus expresiones (el terrorismo, la discriminación,…) hace falta educación y cultura. Y cuando se trata de realizar tareas humanitarias es preferible escuchar a las ONGs e invertir en las cosas que ellas hacen (que no es precisamente ir con fusiles a ningún sitio).
Siempre es importante aprender de los demás. Y más aún de los errores de los demás. Los humanos más inteligentes son aquellos capaces de escarmentar en cabeza ajena, antes que tener que hacerlo en la propia. Así que las preguntas a las que tenemos que responder son muy sencillitas: ¿vamos a permitir los planes militaristas de nuestro gobierno y de la OTAN en Albacete? ¿Vamos a dejar que se gasten en esos planes lo que podría dedicarse a cosas que realmente tengan utilidad para todos nosotros? ¿Vamos a seguir soportando el discurso del poder que nos engaña hablándonos de los “beneficios” que esos planes traerán a estas tierras? ¿O les vamos a plantar cara y a decirles de una vez por todas: NO, NO QUEREMOS ESE DESPILFARRO, NO QUEREMOS VUESTROS ASQUEROSOS PLANES, NO QUEREMOS ARMAS NI SOLDADOS?
Publicado en La Mancha Roja
¿Dónde están los recursos humanos y materiales necesarios para apagar esos incendios? ¿Dónde están los recursos humanos y materiales para la prevención de esa catástrofe? ¿En qué se gasta su inmenso presupuesto California en particular y USA en general?
La respuesta ya la vimos cuando se produjo la catástrofe del huracán Katrina en Nueva Orleans. Toda esa inmensa riqueza se destina preferentemente al gasto militar, a bombas y aviones de combate, a tanques y helicópteros con los que atacar otros países, a pagar soldados que son entrenados para combatir y matar.
Evidentemente, si el dinero se dedica a esos gastos, “tan necesarios” (sobre todo para las multinacionales del sector), luego no hay para aviones o helicópteros que arrojen agua sobre los incendios, para aviones y helicópteros que transporten la necesaria ayuda a los damnificados, para pagar sueldos a más trabajadores especializados en la prevención, la contención y la extinción de los incendios. Para costear los necesarios programas y medios técnicos que pueden evitar este tipo de catástrofes.
Hay quienes, con un ¿razonamiento? algo extraño, argumentan que los militares y sus medios son de gran utilidad cuando ocurren catástrofes. A esas personas sólo las podemos considerar miserables mentecatos. Por suerte son pocas. La mayoría empleamos bastante mejor nuestras facultades mentales. Por eso sabemos que cuando hay incendios hacen falta bomberos; cuando hay enfermos hacen falta médicos y medicinas; cuando se trata de socorrer a gente involucrada en catástrofes hacen falta personas de protección civil o de la Cruz Roja; cuando se trata de luchar contra el fanatismo y sus expresiones (el terrorismo, la discriminación,…) hace falta educación y cultura. Y cuando se trata de realizar tareas humanitarias es preferible escuchar a las ONGs e invertir en las cosas que ellas hacen (que no es precisamente ir con fusiles a ningún sitio).
Siempre es importante aprender de los demás. Y más aún de los errores de los demás. Los humanos más inteligentes son aquellos capaces de escarmentar en cabeza ajena, antes que tener que hacerlo en la propia. Así que las preguntas a las que tenemos que responder son muy sencillitas: ¿vamos a permitir los planes militaristas de nuestro gobierno y de la OTAN en Albacete? ¿Vamos a dejar que se gasten en esos planes lo que podría dedicarse a cosas que realmente tengan utilidad para todos nosotros? ¿Vamos a seguir soportando el discurso del poder que nos engaña hablándonos de los “beneficios” que esos planes traerán a estas tierras? ¿O les vamos a plantar cara y a decirles de una vez por todas: NO, NO QUEREMOS ESE DESPILFARRO, NO QUEREMOS VUESTROS ASQUEROSOS PLANES, NO QUEREMOS ARMAS NI SOLDADOS?
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