La noticia de estas muertes se produjo el pasado 5 de mayo. Aviones de la OTAN bombardearon el distrito de Bala Baluk en Afganistán causando al menos 164 muertes civiles. Una vez más, desde la Plataforma advertimos que en un futuro próximo, estas muertes llevarán el sello de "Trained in Albacete".
Noticia tomada de Periódico Diagonal publicada el 19 de mayo de 2009:
Malalai Joya, diputada afgana expulsada del Parlamento por sus críticas a la ocupación y a los señores de la guerra, describe una de las últimas masacres del ejército de ocupación norteamericano en la que murieron 164 personas.
20 FAMILIARES ASESINADOS. Conferencia de prensa del 11 de mayo en Kabul con Malalai Joya y Humayún, residente del distrito de Bala Baluk. Los ataques aéreos de EEUU asesinaron a veinte familiares de Humayún el 5 de mayo de 2009.
Como representante electa de Fará, Afganistán, añado mi voz a quienes condenan los bombardeos de la OTAN que han provocado más de 150 muertes civiles en mi provincia a principios de mayo de 2009. Esta última masacre es una ventana con vistas a los horrores que soporta nuestro pueblo.
Sin embargo, como detallé en conferencia de prensa el pasado 11 de mayo en Kabul, las autoridades militares de EE UU no quieren que presenciéis esta realidad. Como de costumbre, tratan de reducir el número de víctimas, pero tengo información que confirma que los bombardeos asesinaron a 164 civiles. Un joven del todo abatido, perteneciente a la castigada aldea de Geranai, narró durante la conferencia de prensa que había perdido a 20 familiares en la masacre.
La Comisión enviada por el gobierno afgano, además, parece haber fracasado al omitir en la lista de víctimas a los niños menores de tres años asesinados. La Comisión gubernamental no está dispuesta a publicar su lista y llegó al pueblo tres días después de la masacre, cuando quienes sobrevivieron ya habían enterrado a las víctimas en fosas comunes. ¿Cómo se puede faltar así al respeto por la preciosa vida de los afganos?
Recientemente los medios han informado sobre la sustitución del jefe militar estadounidense en Afganistán, pero creo que estamos sólo ante una nueva artimaña para engañar a nuestro pueblo y responsabilizar a una única persona por la desastrosa estrategia en Afganistán.
El embajador afgano en EEUU dijo en una entrevista en Al Jazeera que si se daba "una disculpa adecuada", entonces la gente comprendería las muertes de civiles. Pero el pueblo afgano no sólo quiere escuchar disculpas. Pedimos que se ponga fin a la ocupación de Afganistán y que cesen los crímenes de guerra.
Las manifestaciones de estudiantes y otra gente corriente contra estos últimos ataques aéreos, así como la protesta del mes pasado de centenares de mujeres afganas en Kabul, muestran al mundo la senda a seguir para conquistar una democracia auténtica en Afganistán. A pesar del acoso y las amenazas, las afganas salieron a las calles para exigir la abolición de la ley que legaliza la violación dentro del matrimonio y regula la opresión de las mujeres chiítas en nuestro país. Se dice que los ataques aéreos de EEUU ofrecen seguridad a la población afgana y que la ocupación protege a las mujeres afganas, pero la realidad es precisamente lo contrario.
Esta infame ley de ahora no es sino la punta de un iceberg, la catástrofe de los derechos de la mujer en nuestro país ocupado. El sistema en su totalidad, y muy especialmente el poder judicial, está infectado por el virus del fundamentalismo. En Afganistán hay impunidad para cometer crímenes contra las mujeres. Las cifras de secuestros, violaciones colectivas y violencia doméstica son escalofriantes y más altas que nunca, como también la cantidad de mujeres que se inmolan. Desgraciadamente, las mujeres afganas prefieren tirarse al fuego antes que soportar el infierno en vida bajo el sol de nuestro país ’liberado’.
La Constitución de Afganistán incluye disposiciones relativas a los derechos de la mujer. Yo fui una de las delegadas que presionó para incluirlas en la Loya Jirga de 2003. Pero este documento fundacional del "nuevo Afganistán" también estuvo marcado por la fuerte influencia de los fundamentalistas y de los señores de la guerra, con quienes Karzai y Occidente se compincharon desde el principio.
De hecho, esta nueva ley en contra de la mujer no me ha sorprendido lo más mínimo. Cuando EEUU y sus aliados sustituyeron a los talibán por los antiguos y conocidos señores de la guerra y fundamentalistas de la Alianza del Norte, vi claro que salíamos del fuego para ir a las brasas.
En los últimos años disponemos de un gran surtido de leyes y decisiones judiciales ultrajantes. Por ejemplo, tenemos la repugnante ley aprobada bajo el pretexto de la "reconciliación nacional" que otorga inmunidad judicial a los señores de la guerra y a conocidos criminales, muchos de los cuales se sientan en el Parlamento afgano. Cuando se aprobó, los medios de comunicación mundiales y los gobiernos hicieron la vista gorda.
Mi oposición a dicha ley es una de las razones por las cuales en mayo de 2007 fui expulsada de mi escaño en el Parlamento de Kabul, en calidad de diputada electa por la provincia de Fará. Más recientemente, se produjo la escandalosa condena a veinte años dictada contra Parvez Kambakhsh, joven cuyo único delito fue la presunta distribución de un escrito disidente en su universidad.
Están llegando a Afganistán más y más tropas de EEUU y la OTAN, según nos cuentan, para ayudar a asegurar las próximas elecciones presidenciales. Pero la verdad es que el pueblo afgano no alberga esperanza alguna en estos comicios. Ya sabemos que no puede haber una democracia verdadera bajo las armas de los señores de la guerra, la mafia del tráfico de drogas y la ocupación.
Con la excepción de Ramazán Bashardost, la mayoría de los otros candidatos son caras conocidas y desacreditadas, que ya han formado parte del gobierno de corte mafioso de Hamid Karzai. Sabemos que un títere puede ser sustituido por otro títere y que el ganador de estas elecciones será sin duda el que se elija a puerta cerrada entre la Casa Blanca y el Pentágono. En resumen, creo que estas elecciones presidenciales no son más que otra comedia para legitimar al futuro títere de EEUU.
Como en Irak, la guerra no ha traído la liberación a Afganistán. Ninguna de las dos guerras ha sido un combate para conquistar la democracia o la justicia o para eliminar a grupos terroristas, sino que ambas agresiones tenían y tienen como origen los intereses estratégicos de EEUU en la región. Nosotras, las personas afganas, nunca hemos aceptado el rol de peones en el "Gran Juego" del Imperio, como ya aprendieron los británicos y los soviéticos en el siglo pasado.
Es una pena cómo los medios de comunicación occidentales han escondido la realidad afgana en apoyo a la idea de la "guerra buena". Quizá si la ciudadanía de EEUU hubiera estado mejor informada sobre mi país, el presidente Obama no se habría atrevido a enviar más tropas y gastar el dinero de los contribuyentes en una guerra que sólo está añadiendo sufrimiento a nuestro pueblo y que empuja a la región hacia conflictos más y más profundos.
Ni la nueva oleada de tropas extranjeras en Afganistán ni la prolongación de los ataques aéreos liberarán a las mujeres afganas. Lo único que harán es aumentar el número de víctimas civiles y extender la resistencia a la ocupación.
Para ayudar realmente a las mujeres afganas, la ciudadanía de EEUU y de otros lugares tiene que exigir a sus gobiernos que dejen de apoyar y encubrir a un régimen de caudillos y extremistas. Si estas alimañas fueran finalmente entregadas a la justicia, las mujeres y los hombres de Afganistán demostraríamos que somos muy capaces de prestarnos ayuda sin injerencias.
Noticia tomada de Periódico Diagonal publicada el 19 de mayo de 2009:
Malalai Joya, diputada afgana expulsada del Parlamento por sus críticas a la ocupación y a los señores de la guerra, describe una de las últimas masacres del ejército de ocupación norteamericano en la que murieron 164 personas.
20 FAMILIARES ASESINADOS. Conferencia de prensa del 11 de mayo en Kabul con Malalai Joya y Humayún, residente del distrito de Bala Baluk. Los ataques aéreos de EEUU asesinaron a veinte familiares de Humayún el 5 de mayo de 2009.
Como representante electa de Fará, Afganistán, añado mi voz a quienes condenan los bombardeos de la OTAN que han provocado más de 150 muertes civiles en mi provincia a principios de mayo de 2009. Esta última masacre es una ventana con vistas a los horrores que soporta nuestro pueblo.
Sin embargo, como detallé en conferencia de prensa el pasado 11 de mayo en Kabul, las autoridades militares de EE UU no quieren que presenciéis esta realidad. Como de costumbre, tratan de reducir el número de víctimas, pero tengo información que confirma que los bombardeos asesinaron a 164 civiles. Un joven del todo abatido, perteneciente a la castigada aldea de Geranai, narró durante la conferencia de prensa que había perdido a 20 familiares en la masacre.
La Comisión enviada por el gobierno afgano, además, parece haber fracasado al omitir en la lista de víctimas a los niños menores de tres años asesinados. La Comisión gubernamental no está dispuesta a publicar su lista y llegó al pueblo tres días después de la masacre, cuando quienes sobrevivieron ya habían enterrado a las víctimas en fosas comunes. ¿Cómo se puede faltar así al respeto por la preciosa vida de los afganos?
Recientemente los medios han informado sobre la sustitución del jefe militar estadounidense en Afganistán, pero creo que estamos sólo ante una nueva artimaña para engañar a nuestro pueblo y responsabilizar a una única persona por la desastrosa estrategia en Afganistán.
El embajador afgano en EEUU dijo en una entrevista en Al Jazeera que si se daba "una disculpa adecuada", entonces la gente comprendería las muertes de civiles. Pero el pueblo afgano no sólo quiere escuchar disculpas. Pedimos que se ponga fin a la ocupación de Afganistán y que cesen los crímenes de guerra.
Las manifestaciones de estudiantes y otra gente corriente contra estos últimos ataques aéreos, así como la protesta del mes pasado de centenares de mujeres afganas en Kabul, muestran al mundo la senda a seguir para conquistar una democracia auténtica en Afganistán. A pesar del acoso y las amenazas, las afganas salieron a las calles para exigir la abolición de la ley que legaliza la violación dentro del matrimonio y regula la opresión de las mujeres chiítas en nuestro país. Se dice que los ataques aéreos de EEUU ofrecen seguridad a la población afgana y que la ocupación protege a las mujeres afganas, pero la realidad es precisamente lo contrario.
Esta infame ley de ahora no es sino la punta de un iceberg, la catástrofe de los derechos de la mujer en nuestro país ocupado. El sistema en su totalidad, y muy especialmente el poder judicial, está infectado por el virus del fundamentalismo. En Afganistán hay impunidad para cometer crímenes contra las mujeres. Las cifras de secuestros, violaciones colectivas y violencia doméstica son escalofriantes y más altas que nunca, como también la cantidad de mujeres que se inmolan. Desgraciadamente, las mujeres afganas prefieren tirarse al fuego antes que soportar el infierno en vida bajo el sol de nuestro país ’liberado’.
La Constitución de Afganistán incluye disposiciones relativas a los derechos de la mujer. Yo fui una de las delegadas que presionó para incluirlas en la Loya Jirga de 2003. Pero este documento fundacional del "nuevo Afganistán" también estuvo marcado por la fuerte influencia de los fundamentalistas y de los señores de la guerra, con quienes Karzai y Occidente se compincharon desde el principio.
De hecho, esta nueva ley en contra de la mujer no me ha sorprendido lo más mínimo. Cuando EEUU y sus aliados sustituyeron a los talibán por los antiguos y conocidos señores de la guerra y fundamentalistas de la Alianza del Norte, vi claro que salíamos del fuego para ir a las brasas.
En los últimos años disponemos de un gran surtido de leyes y decisiones judiciales ultrajantes. Por ejemplo, tenemos la repugnante ley aprobada bajo el pretexto de la "reconciliación nacional" que otorga inmunidad judicial a los señores de la guerra y a conocidos criminales, muchos de los cuales se sientan en el Parlamento afgano. Cuando se aprobó, los medios de comunicación mundiales y los gobiernos hicieron la vista gorda.
Mi oposición a dicha ley es una de las razones por las cuales en mayo de 2007 fui expulsada de mi escaño en el Parlamento de Kabul, en calidad de diputada electa por la provincia de Fará. Más recientemente, se produjo la escandalosa condena a veinte años dictada contra Parvez Kambakhsh, joven cuyo único delito fue la presunta distribución de un escrito disidente en su universidad.
Están llegando a Afganistán más y más tropas de EEUU y la OTAN, según nos cuentan, para ayudar a asegurar las próximas elecciones presidenciales. Pero la verdad es que el pueblo afgano no alberga esperanza alguna en estos comicios. Ya sabemos que no puede haber una democracia verdadera bajo las armas de los señores de la guerra, la mafia del tráfico de drogas y la ocupación.
Con la excepción de Ramazán Bashardost, la mayoría de los otros candidatos son caras conocidas y desacreditadas, que ya han formado parte del gobierno de corte mafioso de Hamid Karzai. Sabemos que un títere puede ser sustituido por otro títere y que el ganador de estas elecciones será sin duda el que se elija a puerta cerrada entre la Casa Blanca y el Pentágono. En resumen, creo que estas elecciones presidenciales no son más que otra comedia para legitimar al futuro títere de EEUU.
Como en Irak, la guerra no ha traído la liberación a Afganistán. Ninguna de las dos guerras ha sido un combate para conquistar la democracia o la justicia o para eliminar a grupos terroristas, sino que ambas agresiones tenían y tienen como origen los intereses estratégicos de EEUU en la región. Nosotras, las personas afganas, nunca hemos aceptado el rol de peones en el "Gran Juego" del Imperio, como ya aprendieron los británicos y los soviéticos en el siglo pasado.
Es una pena cómo los medios de comunicación occidentales han escondido la realidad afgana en apoyo a la idea de la "guerra buena". Quizá si la ciudadanía de EEUU hubiera estado mejor informada sobre mi país, el presidente Obama no se habría atrevido a enviar más tropas y gastar el dinero de los contribuyentes en una guerra que sólo está añadiendo sufrimiento a nuestro pueblo y que empuja a la región hacia conflictos más y más profundos.
Ni la nueva oleada de tropas extranjeras en Afganistán ni la prolongación de los ataques aéreos liberarán a las mujeres afganas. Lo único que harán es aumentar el número de víctimas civiles y extender la resistencia a la ocupación.
Para ayudar realmente a las mujeres afganas, la ciudadanía de EEUU y de otros lugares tiene que exigir a sus gobiernos que dejen de apoyar y encubrir a un régimen de caudillos y extremistas. Si estas alimañas fueran finalmente entregadas a la justicia, las mujeres y los hombres de Afganistán demostraríamos que somos muy capaces de prestarnos ayuda sin injerencias.