La OTAN acaba de celebrar su última cumbre, en la que ha aprobado su nuevo concepto estratégico. Entre otros elementos, uno que llama la atención es la ampliación de su campo de actuación de defender la soberanía de sus Estados miembros -lo que le limitaba a los territorios que comprenden la zona del Atlántico Norte-, a intervenir en cualquier lugar del mundo para asegurar los intereses de cada uno de los países de la OTAN, comandados, como siempre, por EEUU. Es decir, de ser una hipotética organización de carácter defensivo, se pasa a una estrategia ofensiva, que le permite intervenir militarmente en cualquier lugar del mundo, bajo un sinfín de excusas que nada tienen que ver con la seguridad nacional de sus miembros. Esta estrategia ahora aprobada no es más que la plasmación negro sobre blanco de una práctica que ya es una realidad. Sirva de ejemplo la guerra de Afganistán, una guerra de la OTAN que sin duda responde a sus nuevos objetivos.
Pero la OTAN, además de servir para imponer los deseos de sus miembros por la fuerza en cualquier lugar del mundo, hace lo propio, o da pie a ello, con sus propios ciudadanos. Con motivo de la cumbre de Lisboa, han sido muchos los activistas antimilitaristas y pacifistas que han acudido a Portugal para mostrar su rechazo a esta organización. Pero estas legítimas protestas, que no han tenido más que un simbólico eco en los medios de comunicación, no han contado con un buen número de activistas que han visto cómo la policia portuguesa les prohibía la entrada en un Estado de la Unión Europea (cancelando momentáneamente el espacio Schengen) por simplemente tener la pinta de querer sumarse a las protestas. Es el caso de cinco miembros de la Plataforma contra la Militarización de Albacete, quienes tras ser registrados a fondo, no pudieron más que ser acusados de querer ir a Lisboa a expresar libremente su opinión sobre la OTAN, tal y como en un marco democrático como se supone que es la Unión Europea tenemos derecho a hacer. Además, no fueron los únicos a quienes se les prohibió la entrada a Portugal por querer manifestar su opinión públicamente.
Éste es un signo más de que el Estado de derecho en el que nos dicen que vivimos no es más que un espejismo, fácil de romper por el capricho de unos pocos de no querer escuchar la oposición de la población. Por otra parte, muy poco dice de las fuerzas de seguridad una estrategia arbitraria como la utilizada y que viola uno de los derechos fundamentales de la democracia, que puede burlarse con un simple cambio de atuendo. Aún así, fueron muchos quienes burlaron el cerco policial y que pudieron mostrar su rechazo a la violencia que caracteriza la OTAN, mediante justamente lo que más daño les hace, acciones noviolentas comprendidas por la población y que hacen reflexionar sobre en manos de quién está la razón, si en la de los que hablan de paz armados hasta los dientes y lanzando bombas, o de quienes hablan de paz siendo coherentes en sus formas de expresión y comportamiento. Frente a la noviolencia, los violentos se encuentran desarmados, por eso no la quieren cerca de ellos.