¿Por qué digo que resulta increíble que se haya producido un incendio de estas características, en una época donde son frecuentes? En primer lugar, porque hay una disposición legal de la Junta de Comunidades, que se elaboró a raíz del tristemente famoso incendio de Guadalajara, de hace cuatro años, que prohíbe toda una serie de prácticas que pueden originar el fuego, desde hacer barbacoas en los sitios e instalaciones preparadas para tal fin (como hay en tantos pueblos de Castilla La Mancha) a la quema de rastrojos y restos de podas por los agricultores, y por supuesto la realización de prácticas con fuego real en el interior de las instalaciones como la de Chinchilla. Entonces, ¿por qué se incumplió la norma el pasado 15 de julio, en un día donde las temperaturas superaban los 30°C y la vegetación estaba totalmente seca? ¿Quiere decir esto que todavía en España las leyes y normas que rigen en la vida civil no son de aplicación en el ejército? ¿Se van a pedir responsabilidades a los jefes militares que planificaron, aprobaron o realizaron tales maniobras? ¿Quién va a resarcir a los ayuntamientos y particulares que han visto como ardían sus montes? ¿Con qué dinero, con el de los contribuyentes a través del presupuesto del ejército? Cuando un juez condena al causante de un incendio y le obliga a pagar los daños le puede embargar sus propiedades si no tiene el dinero, ¿serán los responsables los que paguen el gasto que ha generado la extinción del incendio? Y por último, ¿serán juzgados y condenados por la irresponsabilidad cometida?
Pero este suceso nos debe llevar a otra serie de reflexiones, más allá de las causas y consecuencias de este incendio. Porque son muchos años ya los que los pueblos que rodean al campo de maniobras llevan sufriendo unas servidumbres y molestias que difícilmente se justifican. Empezando por las lamentables condiciones en que se produjeron las expropiaciones forzosas, como cuenta el magnífico documental “Donde se cuecen las guerras” que, por cierto, estaría muy bien que figurase en los materiales que integran el centro de interpretación de la Paz instalado en el Altozano.
Resulta inconcebible que a estas alturas del siglo veintiuno se sigan desarrollando en el interior de esta instalación maniobras del siglo pasado, muchas de ellas más propias de las historias que contaba Gila, que de un supuesto ejército moderno y preparado para “los nuevos retos de la Alianza de Civilizaciones”. Proyectiles defectuosos, munición obsoleta que hay que utilizar antes de su caducidad (cuando no caducada), explosiones vistosas que hay que repetir para que algún general las vuelva a ver….Esas son algunas de las cosas que ocurren en el interior del campo de tiro. Lejos de la vista de ningún testigo, porque para eso se han ocupado en el último año en vallar totalmente su perímetro, impidiendo las repoblaciones simbólicas que llevábamos realizando más de quince años. Pero se les ha olvidado un detalle: el fuego si puede saltar las vallas, sobre todo las de la inteligencia. ¿Hasta cuándo?
Ecologistas en Acción.