También incurrimos en perversiones como el laicismo, el feminismo, el memorialismo, la defensa de derechos de gays, lesbianas...
El Colectivo Puente Madera está formado por Elías Rovira y Javier Sánchez
Nos advierte un eminente lector, hacia el que, por otra parte, sólo sentimos afecto y admiración, de nuestra deriva «pijoecologista, antimilitarista y antisistema», cosa que le parece más bien «trasnochada», es decir, desfasada e inoportuna. Le agradecemos, en primer lugar, la atención que nos presta. Contaba Borges que de su primer libro vendió tan pocos ejemplares que le habría gustado estrechar la mano de cada uno de sus lectores; como suponemos que no contamos con una legión de fans, en plan Bisbal, a nosotros nos gustaría hacer lo mismo. Pero el caso es que, como no sea que nos demos un coscorrón, de momento la situación del mundo nos impide volvernos desarrollistas, militaristas y sistémicos. Hasta con lo de «pijo» nos quedamos, porque en nuestra tierra ese palabro es antes interjección exclamativa que sinónimo de esnobismo.
Porque, en efecto, si hubiese habido más pijoecologistas, quizá ahora Japón y el mundo entero no estarían temblando ante la posibilidad de una explosión nuclear. ¿Se acuerdan de la insistencia con que el lobby pro nuclear afirmaba la imposibilidad de este tipo de accidentes? El futuro es impredecible. Las medidas de seguridad de hoy pueden ser absolutamente insuficientes mañana. Cada vez que quieren, activistas de Greenpeace se pasean por las cúpulas de nuestros reactores atómicos como Perico por su casa. Mientras sean ellos, y no otro tipo de gente, no pasará nada. Si nuestros gobernantes hubiesen atendido a algunas de las razones de los mencionados pijoecologistas, quizá ahora el planeta no sería un basurero a punto de colapsar, quizá ahora no estaríamos lamentando un cambio climático que mata cada año de hambre a miles y miles de personas. Como afirmó el jefe indio Seattle en su célebre respuesta al presidente de EEUU, estamos a punto de que "acabe la vida y empiece la supervivencia". O sea, que de momento perseveramos en nuestra defensa de las organizaciones ecologistas, y si un día algún gran grupo energético pretende comprarnos, como a Felipe González y a Aznar, le diremos, precisamente, que ¡¡un pijo!!
Tampoco tenemos ninguna intención de dejar de agitar la bandera blanca del antimilitarismo desde esta humilde columna. Las imágenes de los bombardeos sobre población civil que se están realizando en Libia con armamento probablemente fabricado en España nos repugnan y avergüenzan hasta lo indecible. La hipocresía de los gobernantes occidentales, que ahora se deshacen en ademanes de indignación por lo que está pasando en ese país (en el que, ¡huy!, ¡qué casualidad!, ¡hay petróleo!), mientras abandona a su suerte a, por ejemplo, palestinos y saharauis, nos resulta absolutamente despreciable. Sí, estamos en contra de la industria militar. Por nosotros ya pueden pillar puerta los putos helicópteros Tigre y la Escuela de Pilotos de la OTAN. El desarrollo de un territorio no puede basarse en el sufrimiento de inocentes. Los pacifistas que se reúnen el primer domingo de cada mes, a las 8 de la tarde en el Altozano, cuentan con todo nuestro apoyo. Son el referente ético de una ciudad que se ha convertido en una de las más militarizadas del mundo.
Y, ya puestos a recrearnos en nuestros «defectos», mientras el sistema económico imperante se base en la desigualdad y en la adquisición ciega de beneficios, mientras el sistema político gire en torno a dos fuerzas oligárquicas blindadas por una ley electoral injusta, mucho nos tememos que nuestro lugar está con los antisistema. Estamos contra la estructura del sistema y contra las triquiñuelas del sistema. Hace unos días, Daniel Martínez, coordinador regional de IU y candidato a la presidencia de la región, denunciaba cómo el gobierno regional quería colar en los presupuestos un complemento vitalicio para los altos cargos que tuviesen que volver a su puesto como funcionarios. Y el PP, que está en las Cortes, sin enterarse. O, bueno, enterándose pero callando.
En fin, somos así y no tenemos remedio. Es más, por si fuera poco, también incurrimos en perversiones como el laicismo, el feminismo, el memorialismo, la defensa de derechos de gays, lesbianas y transexuales… En resumen, vamos, para la FAES, la encarnación de la anti España. ¡Y pese a todo, tan felices!