Nuestros objetivos eran mostrar nuestra repulsa a las guerras, a cualquier guerra y, en la parte que nos tocaba, denunciar el militarismo galopante en nuestra región (TLP, TIGRE...) y recabar apoyos e informaciones para frenarlo.
Una vez reintegrado al quehacer cotidiano, me surge esta reflexión. La realizo desde lo vivido por mí en estos días.
Inicialmente un comentario acerca de la experiencia vivida, colorista, sin edad, solidaria, y participativa…de los integrantes de la “columna internacional”, en la que yo he participado. Gente venida de numerosos países, no sólo europeos, que aportan su grano de arena para protestar por la barbarie de la guerra, por la globalización militarista, y todo ello por medio de la acción no violenta.
A continuación, quisiera reseñar la brutalidad del sistema para defenderse del ataque de los no violentos, de los pacifistas, de los antimilitaristas, que pretendían, simbólicamente, allanar sus dominios y “sellar” las instalaciones del cuartel general de la multinacional de la guerra (OTAN). Entre todos sus esbirros, magníficamente adiestrados, he de recordar también, el gesto de uno de ellos, que en el momento de subir esposados al autobús que nos conduciría a la cárcel del Palacio de Justicia (¿?), intercambiamos un gesto de humanidad en el que ambos reconocíamos el lado en el que nos encontrábamos.
Por último, la reacción ante la adversidad de la columna asaltante. Sin un grito, ni un insulto, con intenciones claras de conseguir su objetivo profanador, pero resistiéndose pasivamente una vez que el enemigo le ponía una mano encima, u otras herramientas…
Y la reacción global ante el encierro en la cárcel, ¿o era un psiquiátrico?, donde la algarabía reivindicábamos que a los activistas nos podrán encerrar pero no a la paz, como sabiamente escribe en su blog digital un joven activista local, y que no, no, nos moverán, de nuestros valores antibelicistas. Tampoco pudo ser encerrada la camiseta que recuerda que Albacete debe de estar fuera de la guerra, y que probablemente, seguirá amarilleando por aquí y por allá.
Rigoberto López Honrubia
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