En aquellos años lejanos se nos tachaba (prensa ABC-1990) de difundir un delito: la insumisión; frente a un derecho: la objeción. Frente a los desprestigios, el MOC proyectó la insumisión como un elemento constructivo y pedagógico de educación para la paz en el sentido más amplio. No fue espontáneo y acéfalo. Éramos ilegales, delincuentes, pero no solo eso, sino que además alentábamos al resto de la ciudadanía a desobedecer. Por eso muchos nos querían petrolear, emplumar y pasear por la calle principal.
Recuerdo también la invasión (literal) de Irak y ahora, con ETA a la carga de nuevo, se repite la historia. Pacifistas fronterizos de las bombas cercanas frente a personas militarizadas y armadas por la defensa de Euskadi. Cada cual denuncia la violencia que detesta y aplaude la que impone. Siempre en la misma espiral. No hay trato con la duda. O todo o nada.
Unos priorizaron el individualismo camuflados de excusas y eufemismos, pero todavía hay gente que pensamos en actitudes activas sociales y somos críticos con el militarismo y el pacifismo. Hay quien se disputa los méritos de aquellas "batallitas antibélicas". Hoy se disputa la Paz como verdad absoluta. Sigo viendo a muchos de aquellos inflexibles con estos principios, pero también veo otra gente con otros finales. Elegir es la constante. Unos se acercaron lentamente porque daba prestigio juvenil y rebelde, pero nunca fueron ni raíz ni semilla, fueron hojas que le hicieron respirar pero que cada año caían y aparecían otras nuevas, pero ni fueron tallo, ni ramificaron... ni flor siquiera. Y mientras seguimos ronrroneando con la Paz.
Para las personas que trabajamos desde hace tiempo por una paz que no sea tonta, injusta, partidista, elitista, publicitaria y cansina, volvemos a ver que ésto ya lo hemos vivido. Partidos políticos, sindicatos, Oenegés…, hablan de paz, pero no hablamos de la misma paz. Guerras allí, fábricas de armas aquí, ensayos bélicos y prácticas asesinas…, un recetario dantesco sin fin. Palabras y gestos que se expanden dando vueltas en el espacio y el tiempo para no acercarnos al equilibrio de la razón y a la utopía de buscar cada día y en cada gesto la PAZ. Seguimos ronroneando.
Julián García Olivares
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