El pasado jueves día 11 la Fundación "Baile de civilizaciones" entregaba un premio al científico Juan Verde en un céntrico hotel de la ciudad. En fin, que se nota que nuestro conciudadano Manuel Pérez Castell, presidente y fundador de dicha Fundación, tiene ganas de “salir en la foto”, en cualquier foto: ahora aprovechando que se celebraba aquí la Convención sobre Cambio Climático; pero también cuando él y sus amigos nos trajeron el TLP de la OTAN a Albacete (que bautizó como “escuela de pilotos”, esos que bombardean Afganistán matando civiles y después sus superiores intentan ocultarlo a la opinión pública, lo que produce alguna que otra dimisión); o cuando dio el parabien a la instalación de la fábrica del “Tigre” en nuestra ciudad (a pesar del pelotazo urbanístico que esto supuso y de estar denunciada Eurocopter en un informe internacional de 2006 por vender tecnología de doble uso a países que no respetan los Derechos Humanos); o cuando en los veranos enviaba a los agentes municipales para desalojar campamentos de inmigrantes sin ofrecerles alternativas, aun habiendo bebés entre esas personas (claro: esos extranjeros no eran pilotos ni pagaban 1500 euros de alquiler mensual por un chalé, como sabemos que hace aquí alguno de ellos); o cuando insultaba en la Prensa a una conocida activista local y la llamaba persona “no grata para la ciudad”, ocupando su linchamiento todas las portadas y luego queriendo asistir a sus honras fúnebres (le aseguro que soy testigo directo de ello, Pérez); o cuando, para ganar votantes, calificaba a Albacete como "la Ciudad de la Paz"... algo que, obviamente, sólo se cree el señor Pérez y quienes se pasan por el arco del triunfo el referéndum sobre la OTAN que se hizo en España allá por 1986, en el que el pueblo votó mayoritariamente, entre otras cosas, la NO incorporación de España a la estructura militar integrada de dicha organización armada. Sinceramente, Pérez: olvida lo que dicen encuestas como la del Real Instituto Elcano, en la que el 51% de los preguntados se declara en contra de la presencia de tropas españolas en Afganistán. Un día su desmemoria les costará cara a usted y a los suyos señor mío pues, encima, en cuanto a lo local, todos sabemos que una ciudad en la que se fabrican “Tigres” y se entrenan en tácticas de guerra los pilotos de la OTAN no puede ser nunca la Ciudad de la Paz, sino una Ciudad para la Guerra. Y eso no nos traerá nada bueno. Diga usted lo que diga y baile lo que le salga del cuerpo. Pero, claro, si hasta algún Premio Nobel dice que la guerra es necesaria y justa, ¿cómo no lo va a decir usted, que encima tiene una medalla del que un día fue llamado Ministerio de la Guerra y ahora de Defensa?
Por ello, para recordarle al señor Pérez que la hipocresía es un arma de doble filo, los "paZyasos en acción" de la Plataforma Contra la Militarización de Albacete acudieron al hotel donde se premiaba al mencionado investigador. El grupo PAZ-cifista fue respetuoso y educado, sin interrumpir ni impedir la celebración, según costumbre paZyasa, ya que antes de que comenzase el acto de entrega del premio el señor Pérez les invitó a subir a la sala y a saludar al público. Dicho y hecho, el grupo entró al salón de actos (donde entre el público se encontraba parte de la flor y nata de la sociedad albaceteña que le alaba a usted y a esas guerras justas del mundo: Irak no, Afganistán sí), y comentaron clara y pacíficamente a los asistentes que Albacete no era la Ciudad de la Paz y que el señor Pérez, además de buena parte de los reunidos, tenían mucha culpa de que así fuera. Después los paZyasos se marcharon en paz y hubo hasta quienes les aplaudieron (véase algún vídeo que anda colgado en la web de dicha Plataforma), lo que no impidió que, pese a la invitación verbal del señor Pérez, en la calle les estuvieran esperando dos furgones policiales. Podrían haber pedido partido, ya que en ambas partes todos estaban uniformados. Pero sólo se pidieron los carnés, a los paZyasos. Nada, hombre, no sufra: esto le ocurre a ciudadanos pacíficos y aplaudidos en “su” Ciudad de la Paz. Entre tanto otros bailan al sol que más calienta.
Por Ángel Luis Arjona Márquez.